Carta a mi amigo Suso.
Que puedo decirte querido compañero. Es muy fácil, ahora que ya no estás, el decir que eras un chaval cojonudo. Pero sabes que dentro de mi corazón, eras y serás para siempre mi Gran Amigo. Tengo esas cervezas en el frigorífico, las que trajiste la última vez que estuviste en casa, Tú Casa. Creo que voy a guardarlas y la próxima vez que nos veamos las tomaremos juntos, aunque sea virtualmente
, como hacíamos en el foro. No puedes ni imaginarte querido amigo, la sensación que recorrió mi cuerpo, cuando aquella maldita mañana del 22 de agosto me llamaron a las 7:30am para decirme que mi amigo Suso había fallecido en un accidente. Maldita carretera que se vuelve a llevar a un hermano, un amigo, un compañero. Quiero que sepas, que aunque ya no te encuentres entre nosotros físicamente, Patricia, Antón, Joaquín y por supuesto yo, te adorábamos como persona. Siempre nos sorprendías, como el día que viniste a casa y te pusiste a tocar el piano (de una forma maravillosa) o cuando me trajiste aquella revista de tu colección con ese coche que tú sabías que me chiflaba, el Cadillac Eldorado del 76 en color rojo, ja,ja,ja. ¡Qué bandido eras! Nos tenemos reído mucho de mil temas, hablado del trabajo, hecho reparaciones en el coche (vale, las hacías tú, pero sabes que yo era único con la linterna) y cuando no nos poníamos de acuerdo rematabas diciendo “está falado” (está hablado) que para mi era como un sello infranqueable de tu palabra. El martes estuve con tú madre y hermana, ¡Qué grandes son! Ya nos conocíamos, pero me dieron una lección de entereza increíble, como sé que te gustaría que fuera, dado el caso. Tú madre sigue siendo esa mujer de carácter humilde, como tú, con una fuerza que es imposible saber el origen. Tú hermana está ahí, cuidando a mamá y preocupándose por ella, como hicisteis siempre los dos. Siempre acaban dándome ánimo ellas, soy un desastre, pero tanto Patricia como yo necesitábamos darles un beso y decirles que para nosotros eras como un hermano pequeño. Tengo mil cosas que contarte, pero no te preocupes, como hacíamos muchas veces mientras nos desplazábamos para casa, seguiremos hablando e intentando arreglar un poco el mundo. Recuerda que aquí abajo (porque sé que solo puedes estar ahí arriba, entre los grandes) hay una familia del Inferniño que te querrá y recordará hasta el fin de sus días y siempre, siempre, te llevaremos en el corazón. Un beso bien grande de tú hermano Yanko, Patricia y los Yankitos. Hasta siempre.
Solo quiero añadir que fue un “gran lujazo” tenerte como amigo y ahora, que he hablado con los tuyos, se que fuiste un maravilloso hijo, hermano, compañero, vecino, etc., etc. En fin, siento pena de no haber tenido tiempo de devolverte todo el cariño que nos has dado. Gracias por ser tan especial. Patricia